sábado, 6 de marzo de 2010

ES LO QUE TENEMOS

En la clase que nos gobierna existen dos tipos característicos que predominan por sus acciones, por un lado están los «políticos» que se encargan de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados y los «administradores de estado», que son quienes utilizan adecuadamente las demandas sociales y satisfacerlas, a través de la transformación de recursos públicos en acciones modificadoras de la realidad, mediante la producción de bienes, servicios y regulaciones.
- Si bien la administración está compuesta por políticos que fueron votados en elecciones libres y se erigieron con total legitimidad, vemos muchas veces que muchos de ellos no están a la altura como para cumplir con las expectativas y las responsabilidades, que justamente se les confirió al votarlos.- Hay concejales, directores, subdirectores, secretarios, subsecretarios, jefes y subjefes, que cumplen exitosamente con la función asignada, o se preocupan por llevar adelante sus obligaciones con dignidad y tratando de ser lo más útil a la sociedad, desempeñándose con honestidad e inclusive asumiendo vergüenza ajena por el entorno que los rodea, en donde se hace un «cambalache» de sus trayectorias y carreras administrativas, con advenedizos políticos que «entran por la ventana» Existe una gama de políticos dentro de la administración que ni siquiera tienen la menor idea de lo que realmente les corresponde realizar, ignorando «lisa y llanamente» las tareas asignadas por sus faltas de capacidades, limitaciones o desidia, tampoco tienen la voluntad como para revertir esta situación, ni demuestran humildad, ni deseos superadores.- Existen ciudadanos que «sí» podrían cumplir eficientemente con las funciones específicas, pero que nunca son convocados porque no están dentro de lo círculos de los políticos que detentan el poder o el mandato, quienes prefieren cubrir cargos con allegados de su entorno, aunque estos no tengan la capacidad e idoneidad suficiente para desempeñarse como es menester hacerlo. De esa forma la mediocridad se instala, manda, se abroquela detrás de sus cargos, y nunca es como se necesita que sea, para llevar adelante una administración que en lugar de marchar por un camino recto de eficiencia y eficacia, rueda a los tumbos sin encontrar nunca el rumbo adecuado, o se estanca en una desidia que perjudica enormemente a toda la comunidad.

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